Luna Miguel acaba de publicar Pensamientos estériles, un diario poético con el que cumple veinte años e inicia la conquista del mundo adulto a través de temas como el sexo, el amor, la muerte o Dios.
Javier Gato. Pensamientos estériles, o el diario de la niña que acaba de dejar de serlo. “Deshazte, / pureza”, conjura Luna Miguel desde la ineluctable imperfección del poema al cumplir los veinte años. Y en ese instante, cae en picado sobre ella una bandada de sombrías aves que anuncian un nuevo ciclo vital: el amor, la muerte, Dios... y sobre todo, la poesía.
La princesita durmiente escapa de la torre de su infancia y emprende en un autobús nocturno, o en el vagón de un tren de cercanías, la conquista de Madrizentro y con él, la conquista del mundo adulto. Un mundo que se le manifiesta en conflicto, un mundo que sangra. Como su cuerpo, que empieza a destilar una vida que da vértigo, porque se halla indisolublemente unida a la muerte. Del mismo modo que en Poetry is not dead la serie de los “Notturnos” refleja una ciudad fantasmagórica a la luz de los ojos de la poeta, dentro de la mejor tradición decadentista, este es un diario amortajado, teñido del presentimiento de finitud, de la caducidad de las cosas.
Este presentimiento envuelve espesamente incluso las pulsiones sexuales, dado que el amante en ocasiones es visto como un asesino. Yo diría, más bien, que el amante es el asesino de la inocencia primigenia de la poeta, el Orfeo que conduce a Eurídice por un camino de sombras hacia la luz de una nueva existencia. O mejor aún, el Virgilio que acompaña a esta hija de Dante por el abismo del autoconocimiento.
Porque este diario es, sobre todo, un diario acerca del despertar sexual. Acerca de la toma de conciencia de un nuevo cuerpo, desproporcionado e imperfecto como el poema, pero que es capaz como éste de llenar de vida todo lo que toca. ¿Por qué, entonces, hablar de lo estéril? ¿Por qué esa renuncia a ser fértil, aun en primavera? ¿Satánica rebeldía de una romántica? ¿Consecuencia de una indigestión del spleen de Rimbaud, de Félix Francisco Casanova, de la Alejandra Pizarnik que no quiso ir más que hasta el fondo? ¿Por qué “el amor es estéril”? Pienso que esto se halla muy vinculado al miedo de la poeta ante una nueva esfera que la sobrepasa, a su inestabilidad en una esfera dominada por “Cristo y la Política”: “crueles mentiras”. Miedo al fatum que pesa sobre su hígado y su páncreas, pero también sobre toda la creación, sobre la vida de los poetas que adora. Así pues, renuncia a generar una vida que el Destino o Dios han de barrer, y por tanto, desafío al orden natural del universo.
Sin embargo, la poeta no logra evitar que su cuerpo sea una fuente desbordante de sensualidad en medio de las inseguridades y del nihilismo. Brota la vida, del “coño” o del corazón, da lo mismo: para Luna Miguel no hay zonas indignas en el cuerpo de una mujer, no palabras impropias para un poema que hable del amor sexual. Porque la poesía que defiende es una poesía que, como ella,”nazca de la nada” “desnuda” y “´ácida”. El poema ha de aflorar de la mente de la poeta como la sangre de una herida, de lo que se infiere una exigencia de visceralidad en la poética de Luna Miguel. Y la insinuación de utilidad, no desarrollada más en el libro pero que induce a pensar que la poeta busca la comunicación emotiva con el lector: “Yo quiero que nuestra literatura sirva / / Yo quiero que nuestra literatura mate”.
Y por encima de los cuerpos unidos en la misma ceremonia de hace milenios, Dios. Un Dios que la poeta se niega a vislumbrar y al que repudia quizá por verlo responsable de la esterilidad del mundo, pero que presiente sin duda. Menos mal que aparece de nuevo el amor para rescatarla de tan altas esferas “y mata conmigo la grandilocuencia”.
Fuente: www.SevillaActualidad.com
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