lunes, 17 de noviembre de 2008

Las Noches del Cangrejo. Antología de Poetas en Platea, Nuria Mezquita y Antonio García Villarán (edición y prólogo)


Elena Medel
Del blog LA TORMENTA EN UN VASO

«Acostumbrados a que los poetas de la edad de, por ejemplo, Gil de Biedma, se sentaran tras una mesa y un vaso de agua y nos regalaran con sus versos, cuando Ginsberg llegó al escenario vacío con un armonio y unos palitos el público rugió de desconcierto. Pero era de prever. Porque precisamente su poética concedía a la música y al ritmo, a la oralidad en suma, un papel predominante. Sus maestros, desde ese Aullido germinal que leyó por vez primera en la Galería Six de San Francisco en 1955, habían sido en ese aspecto Walt Whitman y William Carlos Williams. Del primero adoptó el verso amplio como un salmo, pero modelado conforme a su propio aliento. El segundo le animó a atreverse a utilizar un lenguaje poético coloquial, vivo y espontáneo. El otro ingrediente de sus versos fue el éxtasis y el arrebato visionario, que asimiló de William Blake. El mismo término beat alude al ritmo entrecortado del jazz, un fenómeno que los poetas de aquellos años apreciaban sobremanera. En el San Francisco de mediados de los años cincuenta, ciudad a la que llegó Ginsberg en busca de un ambiente propicio para albergar su heterodoxa personalidad, poetas como Ferlinghetti o Patchen leían sus poemas en público acompañados por músicos de jazz. Y el primero de ellos componía lo que denominaba “Mensajes Orales Espontáneos”, registros de la dicción del habla coloquial concebidos para ser escuchados. Todos ellos trataban, en definitiva, de arrancar al poema del reducto convencional de lo “literario” y del anquilosamiento de la palabra escrita. Se trataba de insuflar más vida al poema, de abrirlo al lenguaje común y de convertir cada una de sus emisiones en una experiencia». Lo escribía José María Parreño —armónico entre la historiografía y la pasión— en el prólogo al delicioso Madrid 1993, un libro-cd que recoge el primer y único recital de Allen Ginsberg en la capital de España. El volumen, un gusto para los amantes de la buena literatura y los libros hermosos, de mimada edición, supone una bofetada a los prejuicios: Ginsberg es un poeta espectacular, sí, y alcanza el calificativo de sobrenatural cuando abre la boca y sube a un escenario. Para quienes consideran el mundo del verso un coto vetado a aquellos que lo acercan al público en lugar de elevarlo a los altares, para quienes ponen sus ojos en blanco antes que abrir los del lector u oyente, proyectos ambiciosos y de éxito como los de Cangrejo Pistolero Ediciones no deben sentar nada bien.

La poesía es un género minoritario. Un recital con diez asistentes equivale a un éxito; aún más si dos o tres sillas las ocupan desconocidos del poeta. Una editorial que se centre en la poesía es deficitaria; seguro que la mantiene la colección de narrativa, o un empresario que blanquee dinero, o una inteligente estrategia en la petición de subvenciones. Un catálogo de tópicos, lugares comunes e imágenes repetidas pero falsas que desmontan, como digo, iniciativas como las del Cangrejo Pistolero y sus secuaces. Para muestra, un botón: el Festival de Perfopoesía “La Revuelta Sureña”, que el próximo mes de febrero celebrará su segunda edición, dedicada a La India y cada vez más atenta a los sellos independientes. Su labor editorial, que incluye propuestas como las tres ediciones —coleccionista, de arte y convencional— de Arrojada, de Carmen Camacho, o el divertidérrimo Tengo un amigo que no tiene amigos, de Pepe Quero. La tienda on line Comadreja Libros, para facilitar el rastreo y saciar la curiosidad de los lectores más exquisitos. O el ciclo poético “Las Noches del Cangrejo”, que desde el 23 de noviembre de 2006 —casi dos años— zarandea Sevilla y reúne cada noche del jueves a un público encendido, devoto al nivel de un capillita que desgrana vivas y guapas a la virgen de sus entretelas.
Con motivo de su segundo aniversario, “Las Noches del Cangrejo” cambia de escenario —la cita es ahora en El Perro Andaluz (c/Bustos Tavera, 11)—, abandona las comillas inglesas y se vuelve libro y cursiva. El volumen se titula Las Noches del Cangrejo. Antología de Poetas en Platea, y recoge textos de todos los participantes en estos dos años del poesía. El criterio es generoso; el resultado, apabullante y editado con el mimo al que acostumbran Antonio García Villarán, Nuria Mezquita y Jesús Vega: una combinación de tintas negra y dorada, fondos ahora blancos y ahora luto, igual que telones para poetas que toman el escenario como estrellas del rock.
«Han pasado por Platea todo tipo de poetas, la mayoría noveles, los cuales han mostrado su manera de entender la poesía sobre el escenario», explican en el prólogo Antonio García Villarán (Cangrejo Pistolero) y Nuria Mezquita (Dalton Trompet). Precisamente, de la antología —y, por tanto, de la selección de participantes en “Las Noches del Cangrejo”— me llama la atención la amplitud de miras de sus coordinadores, capaces de incluir en la misma programación a veteranos francotiradores como Rodolfo Franco, David González o Uberto Stabile, autores jóvenes pero con trayectoria y publicaciones relevantes —fueron Poetas en Platea María Eloy-García, José Daniel García o Alejandra Vanessa—, y poetas recién llegados. Estos autores son —justo por desconocidos— los más interesantes, las presencias que como lectora más agradezco: versos como los de Borja de Diego, con sus poemas breves, certeros, dardos de intimidad desde la conciencia; Javier Gato, entre la mística y la carne, que apunta maneras de Pablo García Baena tras un fin de semana de rave; Siracusa Indigesta, unas veces ingenua y otras heterónima, siempre madura; Elisa Llorca, empeñada en descifrar los secretos del cuerpo; Lluís Pons Mora, realista unas veces hímnico, latinoamericano las más; o Laura Rosal, aún en crecimiento, pero con un potencial sorprendente para fotografiar con palabras su interior. Y diversidad no sólo en la amplitud de la nota biobibliográfica, sino también en lo estilístico: Las Noches del Cangrejo abarcan desde el clasicismo en poetas como Antonio Barquero, Eduardo Chivite Tortosa o Diego Vaya —colaborador de La tormenta en un vaso—, a la experimentación de Gonzalo Escarpa, David Moreno y Peru Saizprez, entre otros. Más botones: la inclusión de Poliposeídas, que acaban de ganar el Premio Simulacro 2008, un concurso de nuevas tendencias… Teatrales.
Por otra parte, también es de resaltar que, en un mundo de egos como el de la poesía, muchos de los participantes se despojen de su identidad y escojan un sobrenombre más cercano al espectáculo que a los clásicos seudónimos literarios. A ejemplos como los del propio Cangrejo Pistolero y su Carolain Band (los poetas Dalton Trompet y Yellow Ping, y los músicos Fernando Bazán “Vicio”, Rafa Maíz “Charco” y Manuel Relinque “Niño Atún”), o los ya citados Javier Gato y Siracusa Indigesta, se unen los de otros Poetas en Platea que renuncian a su carnet de identidad: Juan Arcas firma como Giovanicabra, Gabriel Delgado es El Hombre Adiabático, Guillermo Megías firma como Inestable, y el nombre de Pablo Bouzada quizá nos resulta desconocido, pero los amantes de la poesía más experimental, esa que se escucha y no se lee, conocerán de sobra a MC El Niño Carajaula. Rizan el rizo los Poetas Pluscuamperfectos, que se clasifican por número —Poeta Pluscuamperfecto Nº 5, X, Nº 32, Nº 4— y esconden sus rostros tras máscaras de lucha libre mexicana.
Porque en “Las Noches del Cangrejo” importan los poemas, no los poetas. Y porque importa la literatura, buscan y saben cómo aproximarla a quienes quizá no lean, pero sí coincidan en el bar tomando una copa, disfruten con lo que ven, regresen a la semana siguiente, en un mes se conviertan en otro lector más que nivele las estadísticas. Recuerdo: «se trataba de insuflar más vida al poema, de abrirlo al lenguaje común y de convertir cada una de sus emisiones en una experiencia». Larga vida a todas —la Antología de Poetas en Platea incluye, ojo, a muchos más— estas vidas: que no cese el espectáculo.

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CATÁLOGO CANGREJO PISTOLERO EDICIONES 2011

Catálogo Cangrejo Pistolero Ediciones, junio, 2010. Nº, 1.