En
esta estupenda antología ilustrada se reúnen decenas de poemas que de
alguna manera versan sobre el consumo de drogas, con la excusa, o no, de
obtener mejores resultados en la escritura, o simplemente para
conseguir la inspiración que dé pie a rellenar una hoja en blanco.
La
pregunta que se plantea en el prólogo, y a la que los poemas responden a
su manera, es en qué medida la cocaína está presente en la poesía
contemporánea, no sólo en España, sino también más allá de las
fronteras. Basándose en la experiencia o poniéndose en la piel de un
drogadicto o consumidor ocasional, los poetas hablan sobre ello. Una
nube de polvo blanco, de forma figurada, recorre las páginas de este
libro.
Con drogas o sin ellas
Esta
compilación no es una defensa del consumo de droga, ni de la
drogadicción como medio para inspirarse en la escritura. La droga no es
más que lo que ya sabemos de ella, y en ese sentido este libro no viene a
descubrir nada: conocemos su forma de actuar y es cada
uno quien elige si le compensa dar ese paso.
Pero
sí es un libro que parece combatir contra todos aquellos que escriben
sobre la droga sin consumirla, o que hablan de ello sin conocimiento de
causa sólo para “estar en la onda”. Ni siquiera sobre esto está
permitido mentir si se quiere hacer literatura: uno debe escribir
anteponiendo siempre su verdad (más aún, como dijo hace poco el mismo David González,
si uno es poeta): porque lo que uno escribe, siempre, siempre, de una u
otra forma, llega e influye a alguien. Como también dijo González de
una forma tosca pero muy gráfica, es como esa movida de una mariposa y
un terremoto. Ya saben.
En
su prólogo el autor se expone, como siempre, tan sincero. Explica sin
ambages su relación exacta con las drogas. Es un texto que sirve para
exponer la pregunta que da lugar a la antología: en qué medida la
cocaína está presente en la poesía contemporánea.
También
reflexiona sobre la escasa mención a las drogas que hasta entonces
(esta antología data del año 2007) había hecho en los poemas que
aparecían en sus libros publicados, a pesar de la brutal presencia que,
sin embargo, sí tenían en su vida cotidiana.
David González dirige
La
selección de los poetas es acertadísima. Son más de cincuenta, y entre
ellos hay poetas consagrados, otros bastante renombrados y también
poetas cuya obra no es demasiado conocida. Pero la calidad, en conjunto,
es altísima.
David
González, gracias a ser un lector con muy buen criterio e insaciable
desde hace años, es experto en literatura norteamericana, y defiende a
ultranza la poesía narrativa, realista y de carácter autobiográfico. El
primer libro que compró con su dinero fue la “Balada de la cárcel de
Reading”, de Oscar Wilde, que es un magnífico comienzo para formar a
alguien como lector y como persona.
Para una editorial pequeña como el Cangrejo Pistolero,
es una proeza haber conseguido textos como los que este libro recoge:
Leopoldo María Panero, Charles Bukowski, Vicente Muñoz Álvarez, Luis
Alberto de Cuenca, Nacho Vegas, Leonard Cohen, Allen Ginsberg, Patti
Smith y el ya legendario David González, por citar sólo algunos.
En
cuanto al resto, hay poetas a los que no conocíamos y nos han
sorprendido. Y, como siempre sucede con las antologías (y es una de sus
funciones principales), de entre esos poetas siempre destaca alguno de
quien el lector buscará sus libros para seguir leyendo su obra.
Por
ejemplo, Isla Correyero, que atrapa con poemas que son pequeñas
declaraciones de principios. O los poemas de El Ángel (Q.E.P.D.),
conocido por su relación artística con Ana Curra, a la altura en calidad
y fuerza a David González, y de quien sólo pueden leerse poemas en
libros casi ilocalizables o en otras antologías como “Disociados” de la
editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, además de la que hoy nos ocupa.
Más sorpresas: José Eugenio Sánchez; pero hay muchos autores a los que
descubrir, y este libro es un comienzo perfecto para ello.
No las prueben en casa
No
es imprescindible echar la vida por la borda consumiendo drogas para
lograr mejores resultados literarios, pero siempre es un placer tener
entre manos libros hechos con tanta dedicación. Sin tener muchos
recursos, el buen trabajo de escritores, ilustradores y editores al
final consigue un texto espectacular como éste.
La
excusa en este caso era la cocaína, y el editor añade una nota al final
del libro pidiendo la colaboración de los lectores para que le envíen
poemas bajo ese mismo criterio con el fin de realizar una segunda
entrega de esta antología. Pero la excusa puede ser cualquiera con tal
de reunir talento y calidad poética, como es el caso.
Damos la bienvenida a esta estupenda editorial a las páginas de El Mar de Tinta.
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