¿ Y qué son las estrellas? Ojos de gato en la oscuridad. Algo así pensé tras leer este implacable poemario. Y no porque me iluminaran en la madrugada, no. “Entre jadeos, azotes y desgarros” fluye la poesía de Javier Gato. A las puertas del “neoposmodernismo”, Javier, sorprende a propios y extraños con una inmejorable carta de presentación en el panorama poético nacional: Diario de un gato nocturno. Otra obra de arte que la editorial sevillana Cangrejo pistolero ediciones nos regala a los lectores de poesía. El mundo es una gran discoteca en el que la diosa Mae alumbra a los seres de la noche. Javier Gato: un torrente que arrasa con todo lo que se le ponga por delante. Domador del escenario, equilibrista del verso y funambulista de la noche, ha dado el salto definitivo y sin gastar ninguna de sus siete vidas. Intacto su imaginario. Asoma un escritor de gustos neobarrocos que en sus garras tiene grabados, a sangre, la noche y un laberinto de sexo, drogas, alcohol y vida. Porque «un insignificante copo de nieve se empapó una noche de sangre», y no nos dejó fríos, no. Como bien dice Elena Medel en el epílogo de este libro, hay en Javier Gato un guiño que nos apunta a Pablo García Baena, quizá un descaro que nos esboza John Giorno, un poso de poeta que hacen de Javier Gato un dominador de la performance, un estilista del verso y, acaso, un mentor de criaturas en la madrugada.
Metáforas que nos golpean sin ningún tipo de pudor, que nos hieren pero terminan por generar un halo de ternura en sus desgarradores gritos al desamor. A medida que avanzamos por esta procesión de palabras e imágenes, comprobamos que, en Javier Gato, están implícitos los ojos de la noche que devora almas a golpe de música, sudor y psicodelia. La mirada felina y observadora que no es ajena a la realidad. Una estética manierista que va salpicando a Kavafis, Panero y demás príncipes de la noche. No, no es decadencia lo que rodea a este poemario, es el mundo en su visión más certera y humana. Un latido que «nos penetra a la manera de los animales/ desde atrás/ como las bestias que somos». Una riada de hombres y mujeres que, en su día a día, son funcionarios, abogados, albañiles y amas de casa, pero que, al llegar la noche, se quitan el disfraz de ciudadanos para pasar a ser ellos mismos: criaturas de la madrugada que saben que el sexo lo cura todo. Diario de un gato nocturno, un poemario que marcará un antes y un después en la incipiente carrera literaria de este joven poeta sevillano, y que demuestra que la poesía joven camina con paso firme y seguro. «Quien tenga bigotes, que oiga y así cace». Que nadie lo dude, habrá más tejados sobre los que saltar de la mano de este joven poeta. Cuestión de tiempo.
Metáforas que nos golpean sin ningún tipo de pudor, que nos hieren pero terminan por generar un halo de ternura en sus desgarradores gritos al desamor. A medida que avanzamos por esta procesión de palabras e imágenes, comprobamos que, en Javier Gato, están implícitos los ojos de la noche que devora almas a golpe de música, sudor y psicodelia. La mirada felina y observadora que no es ajena a la realidad. Una estética manierista que va salpicando a Kavafis, Panero y demás príncipes de la noche. No, no es decadencia lo que rodea a este poemario, es el mundo en su visión más certera y humana. Un latido que «nos penetra a la manera de los animales/ desde atrás/ como las bestias que somos». Una riada de hombres y mujeres que, en su día a día, son funcionarios, abogados, albañiles y amas de casa, pero que, al llegar la noche, se quitan el disfraz de ciudadanos para pasar a ser ellos mismos: criaturas de la madrugada que saben que el sexo lo cura todo. Diario de un gato nocturno, un poemario que marcará un antes y un después en la incipiente carrera literaria de este joven poeta sevillano, y que demuestra que la poesía joven camina con paso firme y seguro. «Quien tenga bigotes, que oiga y así cace». Que nadie lo dude, habrá más tejados sobre los que saltar de la mano de este joven poeta. Cuestión de tiempo.
Por Nacho Montoto.
Fuente: La tormenta en un vaso
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