AL modo clásico, aunque esta crónica airada tenga poco que ver con los clásicos, «genio» es aquél que sigue iluminándose entre las sombras sin llegar a desfallecer. Nuestro David González del alma, poeta entre la genialidad y todos sus rizos, sigue iluminándose entre las sombras del modo que mejor sabe: soledad estricta, verbo convertido en cálido brasero, todo el pasado a título de azogue profundo en el espejo de turno. Su nuevo libro -que se presenta el próximo miércoles, día 19, en Sevilla- es una antología que ya ha levantado la respectiva polvareda que este tipo de libros suele provocar entre tres o cuatro analfabetos expertos en mezquindades: 'La venganza del inca. Antología de poemas con cocaína' (El Cangrejo Pistolero Ediciones).
Me hace gracia la imagen de un cangrejo pistolero, animalito con la canana pegada a la pinza y los huevos rojos y grandes como melones. Un libro/antología, absoluta novedad, no nos perdamos, que tiene mucho de peculiar, de misterio inédito, con alguna traducción ya en marcha, frotándose las manos los distribuidores, siempre estos últimos como sepultureros máximos del arte (entre los dioses-lectores y los muertos-autores).
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