sábado, 19 de junio de 2010

ESTIBADOR DE SOMBRAS, José Daniel García, por Nacho Montoto.


ESTIBADOR DE SOMBRAS, José Daniel García.

La letra con sangre sale.

Paseé con Mary Moon por gran vía de la mano de José Daniel. Creo que también, en alguna ocasión, con Annabel Lee de la mano de Allan Poe. Presentar al poeta que durmió el sueño del monóxido, veneno en verso, el que nos indujo al coma, en resumidas cuentas, al letraherido, no es cosa sencilla.
Menos aún, presentar a un amigo, cuando digo amigo quiero decir hermano, en el mundo literario hay pocos amigos, conocidos muchos, así que tener hermanos adoptivos sólo es posible en este pequeño orfanato de bastardos que conforma la poesía.

En tiempos de rizomas y divergencias formales, José Daniel se mantiene fiel a su origen, no necesita del refrendo popular para marcar pasos firmes en su camino. Cine, música, bares, familia, amigos, enfermedad: el poema. Todo, finalmente, queda reducido al poema. Es el norte fijado: nombrar. Nombrar es poseer y destruir.

Lo onírico es “lo real”
Mucha gente alude a lo onírico para referirse a la apuesta estética de la poesía de José Daniel. Muchas veces, antes de emitir un juicio, tendríamos que saber de dónde viene cada uno. Hay en la poesía de José Daniel una revelación de sus orígenes, una carga social que dulcemente ensombrece con imágenes que iluminan el poema. La torsión sensorial que se expande de principio a fin en sus libros, provoca en el lector una convulsión que no le permite permanecer ajeno al verso. Es entonces cuando poeta, lector y poema forman parte de la vida: el hecho poético. Así transcurre la poética de José Daniel.


Transcurre también entre caminos cainitas que hemos compartido, horas al móvil hablando sobre literatura, con la misma pasión que los aficionados al fútbol hablan sobre el último partido de su equipo. Sí, somos hooligans del verso. Simic, Crane, Villena, García Casado, García Román, Pedro Roso, Sofía Castañón, Luna Miguel, amigos y poetas comunes a una generación que casi siempre abarcan nuestras conversaciones y de la que José Daniel es heredero y precursor. Hacer camino. Camino de sonrisas y lágrimas que hacen de la poesía un vagar por las sombras de nuestro yo más profundo y que en muchos casos finaliza con la acertada cita de Alfonso Merlo que José Daniel ha introducido en su último libro ¿quiénes son malditos sino los olvidados?



Seguramente:

La última lágrima de José Daniel
compartirá con las de Pizarnik, Plath y Pavese
el dulce sabor de quien elige a la poesía
como compañera de cama
la noche antes de partir.

A colación de este pequeño poema, traigo conmigo la última charla que mantuve con José Daniel antes de marchar a la residencia de estudiantes, curiosamente esa conversación finaliza con el libro que hoy presentamos, aunque él –seguro- no lo sabía…
Aquella tarde recuerdo que me contó que había leído Manual de cordura por la mañana. Auschwitz, la noche anterior. Un buen cómic, me dijo. En aquella conversación me filtró que tenía la pupila encallecida, por desgracia. El lacrimal seco. No pasaban, de saltarse, un par de lágrimas a lo sumo. Eso es malo. Puede que sea demasiado solitario, esbozó. Quizás excesivamente individualista. José Daniel, no es lo suficientemente desconfiado. Confía en su intuición y cree en su trabajo. Escribir un poema es un acto de honestidad. Hablamos del mañana. ¿Y si mañana fuera tu último día, Dani? Mañana, de ser mi último día, intentaría ver a todas las personas que me importan. Sacaría a mi perro. Fumaría mucho e intentaría asegurarme la publicación de mi último libro. Realmente sólo quiere que se le recuerde como estibador de sombras. Difícil oficio.


Nacho Montoto
Sevilla, 17 de Junio de 2010

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