Sobre los maullidos del poeta Javier Gato
I
Amy Winehouse. Amy Winehouse y la estética de la jeringuilla apuntándonos directamente al antebrazo poético. Un chute. Dame, dame, dame. Amy Winehouse en mitad de una escena costumbrista, de una noche sevillana. Amy Winehouse como una choni más del barrio, tratando de mantener el equilibrio sobre el tejado resbaladizo de la vida. Y así, de puntillas, se mantiene vigilante desde lo alto el autor de estos poemas. Javier Gato (Sevilla 1987). Tan joven y tan puesto de todo. La droga de Leopoldo María Panero, la droga de Federico García Lorca, de Petronio. La droga de la poesía y el popper dilatando alma y ano a sus lectores.
II
En Diario de un gato nocturno el poeta nos lleva de la mano por los callejones más oscuros de la capital andaluza. El retrato de una ciudad decadente, sucia, cruel. De unos ciudadanos oligofrénicos y enfermos. Una Sevilla que bien recuerda a aquella concebida por Murillo; como si los niños vagabundos de sus lienzos cambiaran uvas y tinajas por pastillas de colores y chustas. El realismo sucio de las descripciones, las sombras versificadas sobre los adoquines, Barroco Punk del siglo XXI. Giralda que acecha.
III
Por vuestra estrella, que devora rutilante
la pez de la noche,
no tendréis techo bajo el que cobijarnos,
no amos a los que, Ganímedes, servir,
no correas que os limiten el paseo.
Dados os son cien palacios,
miles de cuerpos,
millones de presas a las que degollar
con furia inicua.
El gato no tiene dueño:
a lo sumo, compañeros de viaje.
Quien a un hombre se ata
a la natura insulta
se le caen la cola y los bigotes
y pasa a ser perro faldero.
Esto no es un poema:
es la ley de la luna
en nuestras pupilas.
IV
Y segrego el poema como un pus, dice Panero. Gore. Terrible. Poeta con ojeras e hígado tibio, podríamos pensar al leer a Javier Gato. Sin embargo quien le ha visto recitar, quien ha visto su rostro y su risa no puede concebir que desde su joven y raquítico pecho emerja este imaginario maldito. María Eloy-García se pregunta en el prólogo de Diario de un gato nocturno si su autor necesitaría ser exorcizado. Desde aquí yo me pregunto qué ser maligno habría de ser expulsado de Javier sino el amor. El amor que es desamor. El amor que vuelve a ser estéril. Que sólo existe con el sexo y con el látex. Que a pesar de los chupitos y la absenta: duele como la sangre.
V
Borracho cual Carlos Salem. Incendiario cual Escarpa. Indigesto cual Siracusa Bravo Guerrero. Joven, repito. Tan joven y tan poeta, Javier Gato es uno de los autores noveles a los que El Cangrejo Pistolero Ediciones quiere reunir en su magnífica editorial de poesía y arte. Autores como la propia Siracusa, como Saray Pavón o Laura Rosal: la nueva escena poética no sólo sevillana sino a nivel nacional. Una gran apuesta por la calidad, la juventud, el talento y el gusto por los libros en un tiempo en el que la edición, la buena edición en papel, parece una locura frente a ese mundo posapocalíptico y bradburiano que nos predicen.
VI
Javier Gato. Javier Gato y la estética de la jeringuilla de carne introduciéndose en nuestro organismo. Ahora sí: qué a gusto en lo negro, maúlla él.
I
Amy Winehouse. Amy Winehouse y la estética de la jeringuilla apuntándonos directamente al antebrazo poético. Un chute. Dame, dame, dame. Amy Winehouse en mitad de una escena costumbrista, de una noche sevillana. Amy Winehouse como una choni más del barrio, tratando de mantener el equilibrio sobre el tejado resbaladizo de la vida. Y así, de puntillas, se mantiene vigilante desde lo alto el autor de estos poemas. Javier Gato (Sevilla 1987). Tan joven y tan puesto de todo. La droga de Leopoldo María Panero, la droga de Federico García Lorca, de Petronio. La droga de la poesía y el popper dilatando alma y ano a sus lectores.
II
En Diario de un gato nocturno el poeta nos lleva de la mano por los callejones más oscuros de la capital andaluza. El retrato de una ciudad decadente, sucia, cruel. De unos ciudadanos oligofrénicos y enfermos. Una Sevilla que bien recuerda a aquella concebida por Murillo; como si los niños vagabundos de sus lienzos cambiaran uvas y tinajas por pastillas de colores y chustas. El realismo sucio de las descripciones, las sombras versificadas sobre los adoquines, Barroco Punk del siglo XXI. Giralda que acecha.
III
Por vuestra estrella, que devora rutilante
la pez de la noche,
no tendréis techo bajo el que cobijarnos,
no amos a los que, Ganímedes, servir,
no correas que os limiten el paseo.
Dados os son cien palacios,
miles de cuerpos,
millones de presas a las que degollar
con furia inicua.
El gato no tiene dueño:
a lo sumo, compañeros de viaje.
Quien a un hombre se ata
a la natura insulta
se le caen la cola y los bigotes
y pasa a ser perro faldero.
Esto no es un poema:
es la ley de la luna
en nuestras pupilas.
IV
Y segrego el poema como un pus, dice Panero. Gore. Terrible. Poeta con ojeras e hígado tibio, podríamos pensar al leer a Javier Gato. Sin embargo quien le ha visto recitar, quien ha visto su rostro y su risa no puede concebir que desde su joven y raquítico pecho emerja este imaginario maldito. María Eloy-García se pregunta en el prólogo de Diario de un gato nocturno si su autor necesitaría ser exorcizado. Desde aquí yo me pregunto qué ser maligno habría de ser expulsado de Javier sino el amor. El amor que es desamor. El amor que vuelve a ser estéril. Que sólo existe con el sexo y con el látex. Que a pesar de los chupitos y la absenta: duele como la sangre.
V
Borracho cual Carlos Salem. Incendiario cual Escarpa. Indigesto cual Siracusa Bravo Guerrero. Joven, repito. Tan joven y tan poeta, Javier Gato es uno de los autores noveles a los que El Cangrejo Pistolero Ediciones quiere reunir en su magnífica editorial de poesía y arte. Autores como la propia Siracusa, como Saray Pavón o Laura Rosal: la nueva escena poética no sólo sevillana sino a nivel nacional. Una gran apuesta por la calidad, la juventud, el talento y el gusto por los libros en un tiempo en el que la edición, la buena edición en papel, parece una locura frente a ese mundo posapocalíptico y bradburiano que nos predicen.
VI
Javier Gato. Javier Gato y la estética de la jeringuilla de carne introduciéndose en nuestro organismo. Ahora sí: qué a gusto en lo negro, maúlla él.
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