Quienes dicen que el mundo es un pañuelo no se han sonado nunca la nariz. O la tienen más grande que Pinocho. El mundo es inabarcable y nosotros, diminutos. Tener el mundo a golpe de pantalla no lo reduce en absoluto: lo amplía. Ves cómo cada cosa se descompone en millones. Ves cómo tú no puedes ser millones. Somos nosotros, no las ventanas, los minimizados. Le cambiaría a Bloom la ansiedad de la influencia, que no deja de ser amable y prestigiosa, por la ansiedad de la información, que se ha vuelto hostil y frustrante. En el poemario
Alicia volátil,
Sofía Rhei se desdobla en decenas de posibles Alicias que nunca serán suficientes. En uno de sus poemas, leo: «Reducida a elegir,/ soy testigo de mis propios crímenes,/ de las mutilaciones de todo lo que no tuvo la oportunidad./ Sólo en la duda lo infinito sigue siendo posible». La preciosa edición, publicada por
Cangrejo Pistolero, incluye unas gafas para leer en 3-D. La cuarta dimensión es la ansiedad de que tú leas lo que yo leo.
Fuente:
Blog de Andrés neuman, MICRORÉPLICAS
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